Digamos que la historia comienza aquí, en una mesa a la hora del desayuno con dos personas sentadas, un tipo joven y el cadáver de una chica con los ojos vendados.
Desde hace una semana más o menos era habitual ver esta escena. Habitual para mí, el narrador omnipresente ya que ellos, o mejor dicho, él, vivía solo.El resto del día también era relativamente rutinario. Cuando sale de su casa la amarra a su espalda y la lleva a todas partes. La verdad es que todos lo que los que le conocen lo miran con extrañeza pero nadie se atreve a decir nada, sólo así se dieron cuenta de que compartieron siempre su alegría pero no había siquiera uno que pudiera llegar un poco más adentro que eso. Nadie conocía más allá, ni sus verdades, ni sus problemas, ni sus preocupaciones. Ni sus derrotas.
Se la pasa todo el día fuera. Al volver a casa sólo le queda recordar. Con tanta soledad es fácil volver al pasado.
Recordar, recordarla.
Volver al hecho de que él la mató. Él y sólo él, casi como creyéndose Dios. Poniéndose a la altura quizá de quien les habla o creyéndose un poco más alto.
El arrepentimiento lo consumía pero no era capaz de demostrarlo, no en frente de su cadáver.
Después de llorar se va a dormir, no sin antes recostarla en el otro lado de la cama y repasar cada día la idea de estar tan cerca, pero tan lejos.
Buenas noches.
Desde aquí solo Dios (y hablo de mi y del verdadero) sabe que la venda en los ojos cambia de personaje y se repite la historia, con menos testosterona, pero más corazón.
Se la pasa todo el día fuera. Al volver a casa sólo le queda recordar. Con tanta soledad es fácil volver al pasado.
Recordar, recordarla.
Volver al hecho de que él la mató. Él y sólo él, casi como creyéndose Dios. Poniéndose a la altura quizá de quien les habla o creyéndose un poco más alto.
El arrepentimiento lo consumía pero no era capaz de demostrarlo, no en frente de su cadáver.
Después de llorar se va a dormir, no sin antes recostarla en el otro lado de la cama y repasar cada día la idea de estar tan cerca, pero tan lejos.
Buenas noches.
Desde aquí solo Dios (y hablo de mi y del verdadero) sabe que la venda en los ojos cambia de personaje y se repite la historia, con menos testosterona, pero más corazón.
